LA MUJER DE HELIO

LA MUJER DE HELIO
Dina Bellrham

sábado, 19 de noviembre de 2011

XXVII (EN CASA)

Ha vuelto, pero está rabiosamente mohína: llamemos a la farmacia, urjamos los brebajes y alfileres. En volteretas tramemos la huída del pez en su estante de adorno. Aerobias eternas nos han cosido los sueños al piso. Reos y genes circulan en nuestro tálamo, yo vivía en el estómago de los retratos, y en la víspera de las esquinas, me vestían con el cuerpo de una mujer canguro que tostaba su frente en la desidia. Era murciélago anémico, sin capa. Es notorio cuando vuelves y las muñecas crepitan, sueltan sus gritos de péndulo, de antaño. Ambas, locura y helio, talamos árboles, y reforestamos lágrimas. Se hace tarde en las palabras, las estaciones se dejan meter manijas; pero nosotras vamos por el orbe masticando las horas y cada vez hay menos niñas que violar, todas van creciendo y se vuelven ninfómanas.

Derechos Reservados © Dina Bellrham

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