la muerte se muere de risa pero la vida
se muere de llanto pero la muerte pero la vida
pero nada nada nada
Alejandra Pizarnik
Había olvidado el rostro en la ciudad de mi infancia, mientras tantas plegarias transitan esófagos y nos mentimos todos a corto plazo. Mi cuerpo tartamudeaba al compás de los voltios; ellos no hablarán jamás de la sordera lúdica en vientres y báculos, ni de la lluvia que fermenta el grito acunado en las camisas de fuerza.
Habrá miedo en los inviernos y la cosecha contemplará hambre mordiéndose los dedos. Cada tanto mi cuerpo reposará en las sogas, sepultará verborreas, andará descalzo, camuflará su mandíbula de hiena, cada tanto, el edificio sin orejas me alejará del helio de los suburbios.
Y otro tanto, volveré al caos disfrazada de cordura, a vomitar el irrefrenable silencio que me dejan las palabras.
Derechos Reservados © Dina Bellrham
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