LA MUJER DE HELIO

LA MUJER DE HELIO
Dina Bellrham

sábado, 19 de noviembre de 2011

VII (AGORAFOBIA)

Léase como ferrocarril andando.

Hay demasiados esqueletos caminando a mi alrededor, no me dejan llorar. Me encierro en el baño, desnudo el riñón, simulo lo indispensable. Lloro. Maldigo. Lloro. Doy círculos. Me desesperan las voces que me dicen “tírate”. La mielina es un fantasma en mis axones vagabundos. Me marchito. Necesito escapar. Muerdo mis uñas. Hay sangre en mis ojos de insomnio. Me arden las ventanas, las puertas. Hay cordura en mis labios. Hay humanos, demasiados humanos. Cerebros, fábricas. Quiero huir. Debo huir. Las farmacias semejan una juguetería, amo las farmacias, compraré muchos juguetes, dos muñecas para romperles la médula, engendrarles dragones en sus faldas carnosas. ¿Por qué no soy como los esqueletos ambulantes? Hay felicidad insecticida en sus vientres, flores, oficinas, anteojos, carteras. Nunca entendí esto de usar tacones y periódicos. Es tarde; el día cumple su meridiano de lámpara. Es tarde. Debo cancelar la cuenta de la caja electrónica. Sonreír, porque se notan las lágrimas, obligar a las plantas a vomitar huellas. Buscar el baño. No deben verme. No hoy que me he sacado la máscara de gente.

Derechos Reservados © Dina Bellrham

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