LA MUJER DE HELIO

LA MUJER DE HELIO
Dina Bellrham

sábado, 19 de noviembre de 2011

XXII (HELIO Y CARNE)

Veo omóplatos y vértebras, tu mialgia desde los péndulos, imposibles, entrenzados, nicotinizados. Soy la mujer que levita en las noches blancas, en las sinagogas de los desnutridos, en las frentes de los mártires. Tengo pulgas que deambulan en mis goteras, a cuatro ruedas siempre, a decibeles neuróticos. He fumado el alma de mi sangre a punta de catéteres. Pero esta nínfula de cuerpo histriónico ha marchitado su vaivén necrófilo.
En las tardes me raptan a iglesias, colocan crucifijos en mis senos, como si fuera Sodoma o la codicia de la siembra en los inviernos. Somos dos úteros en las alcancías de los niños que hacen malabares en las calles. Somos, y no dejan que la gula se injerte en mis encías. Todos, inclusive tú, pretendes que ella salga de mi garganta. Imposible dejarme huérfana. Soy el helio. Soy la sombra de su sombra. La podredumbre lógica del matemático. Las dos hemos vivido juntas desde que vimos la oscuridad cuando gemimos al final del túnel, allí en esa vagina mutilada, bendita.

Derechos Reservados © Dina Bellrham

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