LA MUJER DE HELIO

LA MUJER DE HELIO
Dina Bellrham

sábado, 19 de noviembre de 2011

XXIII (REJILLAS)

♫Don't let yourself go,
everybody cries and
everybody hurts sometimes♫
R.E.M.


Cuando la gula venga a la dentadura de nuestro hogar, no le tientes tus manos, puede devorar los mapas de las plegarias de Júpiter; y la discordia entre los palillos de muelas disculpar el vacío de los hijos de la madrugada. Cuando sea histeria y olvide la rotación de la cordura en mis voces extraviadas.
Ese momento, será mutismo y cobardía, pues las sombras se irán dispersando por los huesos, y querrán regresar a la fosa común de los destrozados, porque cuando hubo luz, el hombre se dio cuenta que la oscuridad existe y mata, gobierna y tala los troncos llenitos de eutanasias. Si comparo a la hormiga que comí hace media hora y los loros proclamando sus cánticos predecibles dentro de sus jaulas de piel de viejas regordetas y anacrónicas; la hormiga le viene bien al gástrico reposo de mis muslos. Si permuto mi cabeza con el amor inexorable de los padres-tierra, tal vez salve alguna meninge, tal vez siga fecundando sin erección de la multitud, mi calabaza llena de botones; mi animosa mandíbula de Minos. Todos construimos la desgracia donde gritamos protestas insanas. Nosotros, el odio, los eslabones de la sociedad.
Si el del penthouse está sólo con el frigorífico lleno y la nostalgia vacía de tanto darle vuelta como un vaso de licor donde Baco nos degusta hipotálamos, delirius y el reflejo pagano de una lámpara en las mesas. Prefiero al mendigo que une el calor de los cuerpos, que remeda un calzoncillo desgastado y nutrido de espermas, prefiero la nostalgia frente a una boca enlutada, y las caricias recién nacidas en los tachos de la lujuria. Somos pecado e inocencia, maldad y honestidad. Y todo el mundo sufre, a veces.

Derechos Reservados © Dina Bellrham

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