LA MUJER DE HELIO

LA MUJER DE HELIO
Dina Bellrham

viernes, 18 de noviembre de 2011

IV (INFLUENCIAS—LECTURAS: LA ESPONTANEIDAD DADAÍSTA)

IV (influencias-lecturas: La espontaneidad dadaísta)

“El arte es algo privado y el artista lo hace para sí mismo;
una obra comprensible es un producto de periodistas.”
-Samuel Rosenstock-


Me gusta observar la desnudez del helio, su pubis metálico, el ferrocarril pupilar cuando yace de espaldas devorando ofidios de un libro viejo:
No hay nada de nefasto, ni infante, en elucubrar el gorgoteo de anemia en mi tacto. Hay simbiosis más parásitas que un manojo de huesos y arterias, más cuando la mancha famélica avanza cual leyenda urbana carente de matices alegóricos, de argumentos tercermundistas. Es ese el complot del artista que debería ser demente, demente y mudo con la cicuta que mata embajadores sardónicos en vez de sócrates. Pero qué zapatos podrían llevarme al retorno del caos, si al final los túneles tenemos demasiada piel, y poca savia, si al final sigo en los mismos grados bajo cero. Si para ser artista ahora hay tornillos que ponerse, hamburguesas que tragarse como pelotas de béisbol. Si la lógica gobierna la mano que los masturba, entonces el artista es un quimérico orgasmo. Entonces qué soy sino.
Habrá que disecar la palabra que nace en las tinieblas, clavarla cual falos, fotocopiar su guiño. Porque es tan puta como un hombre enamorado, porque de incoherencias saldrán los nuevos vocablos.
El artista —finaliza la mujer de helio— es como mi grito, sólo existe cuando los oídos del mundo se atrofian.

Derechos Reservados © Dina Bellrham

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