LA MUJER DE HELIO

LA MUJER DE HELIO
Dina Bellrham

sábado, 19 de noviembre de 2011

XI (ATADAS)

Me llaman cansancio:
Llevo horas arrancando hojas de mis pies, buscándola. Ella duerme en las cloacas, en las faldas de las putas, en las damas de casas aglomeradas de muebles. La observo atada de hálito en la intemperie de falanges, en las raíces de mi estómago. Somos un sólo músculo agrietado en las paredes.
Las pastillas hacen fila para sucumbir a mi garganta. A veces pensamos que es el fin y sonreímos de muelas. Me nombran sufrimiento como si mi lengua fuera el hielo de los vasos. Entonces el alba se convierte en precipicio, me aferro a ti mujer de helio, nosotras las insurrectas, las alevillas que se incendian en las lámparas. Porque nos gusta eso de cazar ascensores, de alejarnos de ellas que duermen asténicas, que nos resguardan el reflejo, que nos prefieren mundanas, insómnicas, vivas.
Dime mujer: ¿qué hacemos ahora con tantos cuerpos violando nuestra cúpula? Con este orbe tan cuadrado de mente, con esto que ya no es mío, nuestro. Con los niños y sus llantos oxidados. ¿Qué hago conmigo mujer? Si afuera la cinética corroe mis huellas, si los miro de fondo, si de a poco me coso los ojos. Si el sol se me ha vuelto hipocondriaca. Y el amor, aquel pseudo-dios, terminó de digerir el hambre de mi entrepierna.
Me llaman cansancio, sufrimiento, y a veces doy lástima a los perros.

Derechos Reservados © Dina Bellrham

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